Caminando por la avenida principal del centro de la ciudad, pagando deudas, encuentra un auto tan reconocido como el suyo. Su rostro se iluminó, y una hermosa sonrisa llamó de la atención de su hijo menor; el pequeño exclamó “papá tenés chocolate en el diente”.
         Resulta que el auto que tanto impactó el momento de la repartida del sueldo, es el vehículo del mismísimo vecino de enfrente. A dos cuadras podría reconocerlo –cómo no ser así; es lo primero que observa luego de despertar-. Automáticamente, después de evocar que tal avenida tiene estacionamiento medido, corre al kiosco de la esquina para comprar una boleta de permiso para estacionar. La completa en el mismo, apuntando en el papel una hora antes de lo que dicta el reloj de su celular y regresa al auto. Por debajo del limpia parabrisas coloca la nueva boleta tapando la registrada por su vecino hallada sobre la guantera.
Se retiró del lugar de los hechos sin saber que la muchacha reguladora del dicho estacionamiento ignoró rotundamente el auto de su vecino de enfrente por tener un registro previo.




Hace más de dos semanas que el programa de tevé de la ciudad está obsequiando lo que el azar disponga a simple llamado. Cualquiera puede ser el ganador con solo marcar seis dígitos en un teléfono de línea o por celular sí corresponde a la misma área de cobertura; en su defecto digitará alguno más dependiendo del código de dicha área. Semejante oferta no elude el afán de querer ser el escalador del podio de regalos. De esta manera, se genera un cuello de botella; todos desesperan por una fiel comunicación.
         Tu, tu, tu –puede ser que nadie me atiende. Hubo algunos ganadores, no sea cosa que justo ahora que estoy intentando se haya terminado la promoción-. Se pone de pie al dejar el teléfono inalámbrico sobre la base. Realiza tres pasos, se arrepiente y regresa por el mismo. Después de escuchar un “uuuuu” prolongado, observa el visor mientras marca el número, presiona el botón verde y nuevamente: ocupado. Fue en ese momento que recordó que con el mismísimo “redial” se ahorraría pasos, aunque al escuchar la tevé, nombraron como ganador a su vecino de enfrente quitando sus ilusiones.




¡Seguimos con más show nocturno en radio Poroto, no te canses del insomnio, nosotros hacemos posibles tus sueños! –apaga la radio de su auto luego de haber llegado de una importante cena. Mientras acomoda un poco el interior del mismo para poder descansar tranquilo, encuentra un escarba dientes en el rincón más oculto de la guantera, lo aloja en su oreja y guarda el auto en el garaje.
         Al cerrar la puerta tiene deseos de maldad, siente que no puede ir a dormir hasta terminar con semejante sensación. La noche cargada de sombras, abrasada a ritmo de alcohol proveniente del brindis, como resultado se detiene a ver una casa. Agarra el escarba dientes después de tocar su oreja y apunta el destino. Comienza a correr hasta cruzar la calle. Se detiene dos minutos atrás de la puerta intentando sacar una conclusión de los movimientos procedentes del interior. Parece ser que todos duermen. Con una mano mantiene el pulsador del timbre apretado y con la otra entierra el palillo oriundo de la picada. Deja el timbre trabado de su vecino de enfrente y corre a descansar.